El valor de las palabras

Viene repitiéndose en mi mente la idea de la importancia que le damos a las palabras desde que un compañero expuso el tema hace unas semanas en un seminario. 
Cada persona le da a las palabras el rango y el valor que para ella representan según el conjunto de creencias que en ese momento conformen su Verdad, con el matiz de la persona que las diga o las escriba y el momento en que se presenten a lo que sumamos el sutil color del estado de ánimo en que se encuentre el receptor. Las palabras no tienen valor por ellas mismas, lo adquieren en el momento que intervienen en un mensaje entre un emisor y un receptor.

En el momento que las palabras son dichas, escritas o leídas pasan a representar algo que no existe, o mejor dicho que ha dejado de existir, que ya forma parte del pasado, aunque sea solo del instante precedente. La persona que emite o la que recibe pasan a ser otras personas por lo que el valor de las palabras puede ser diferente al del momento anterior. Fluir hacia lo que va apareciendo nos mantiene vivos. Pretender que el valor de las palabras sea siempre el mismo supone un gasto energético tan importante como el valor que le damos a las palabras que defendemos. Si se mantiene en el tiempo esta defensa entraremos en un bucle de consumo energético cada vez más grande que puede llegar a agotarnos, además de estar defendiendo algo que no existe, que no está vivo y que forma parte del pasado.

Esto lo hacemos constantemente con todo a lo que damos importancia, en lugar de fluir con ello paramos el tiempo e intentamos mantenerlo todo como en una fotografía. 

Para no tener que estar luchando en esa guerra continua creamos las celdas de confort en las que nos refugiamos para no tener la necesidad de luchar. Esto nos limita a vivir con migajas de felicidad. Nos auto manipulamos para no sufrir más de lo que estamos sufriendo al mantenernos ahí, nos conformamos con un sufrimiento pequeño pero constante. Preferimos una enfermedad crónica que no nos mate y la aceptamos como la única posibilidad de vivir la vida y nos sorprendemos cuando alguien intenta salirse del guión que tenemos en nuestra mente. Vivimos un cáncer mental que dejamos que viva en nosotros como mal menor. Sé que una simple palabra o un simple gesto de una persona determinada en un momento determinado nos puede sacar de ahí aunque volvamos otra vez más tarde, pero de la misma manera esa misma palabra o ese mismo gesto de otra persona o de la misma en otro momento nos puede hacer encerrarnos más todavía en el sufrimiento. Aceptamos el sufrimiento porque creemos que es la única "salida".
Acabo de escuchar una conversación que resume lo dicho hasta ahora:

Una señora que pasa junto a la ventana de mi lugar de trabajo desde el que estoy escribiendo le suena el móvil y responde a la que está al otro lado de la línea "...de momento, seguimos aguantando..."

Sé que se toman como respuestas de cortesía igual que un buenos días en un día lluvioso, no quiere decir esto que un día con lluvia sea malo sino que son palabras que han perdido el valor de su significado pasando a ser palabras utilizadas en respuestas automáticas. Creo que a esto se refería mi amigo Paco que es la persona que inició esta reflexión.  

Las palabras representan el pasado, el presente no puede ser expresado con palabras, así que si lees esto, si has llegado hasta aquí no pienses en las palabras aquí escritas sino observa como resuenan en ti, que sucede en tu cuerpo y actúa como creas conveniente. Puedes defender algo que está muerto, algo que ya no existe o puedes fluir con lo que estás sintiendo. Defender el pasado no es amar.

Ama no hay más.

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