Esperanza

 


Estoy leyendo La anomalía de Hervé Le Tellier y me he quedado enganchado a la siguiente frase “La esperanza es el rellano de la felicidad, su consecución es la antesala de la infelicidad”. Tener esperanza nos mueve hacia la felicidad, pero conseguir lo esperado nos puede producir infelicidad. Es algo paradójico que me lleva a algunas reflexiones, tal vez inconexas en una primera lectura:

 

Esperanza para mantenerse vivos. Como un motor para tener un lugar a donde ir.

 

Esto evita que la vida nos sorprenda. No vivimos el momento por lo que es sino por lo que implica para lo que esperamos más adelante.

 

La esperanza puede que impida vivir el momento. Nos mantiene en vida, nos posee, implica la no aceptación de lo que somos en este momento ya que deseamos ser otra cosa, eso que esperamos.

 

Deberíamos buscar un equilibrio entre lo que esperamos que sea y lo que somos ahora. Vivir el momento tal como es sin descuidar el punto hacia lo que nos enfocamos, lo esperado y sin que su obtención nos produzca ninguna decepción.

 

La esperanza nos sirve para momentos en los que nuestra mente nos impide ver lo que sucede, alejándonos del momento presente y volviendo a vivir el pasado.

Si conseguimos ver el encierro en el que nos hemos metido volviendo a revivir el pasado como algo nuevo que estamos viviendo ahora, podremos vivir el momento tal como es, pero casi nunca podremos verlo así, por lo que poder ver un punto alejado hacia el que enfocarnos nos ayudará. Esto resuelve el síntoma provocado por la mente, pero no impide su repetición. La esperanza es en ese momento un medicamento que alivia el sufrimiento y que equilibra el estado emocional.

 

Cuando la esperanza no surge como una solución a la repetición del pasado sino como el planteamiento de un nuevo futuro puede llevarnos a un desequilibrio que genere un movimiento hacia un lugar nuevo, ahí la esperanza ayuda a vivir los momentos tal como son y poder utilizarlos a favor de lo esperado. Habría que ver qué está esperanza no es producto de una huida de algo, si es así estamos igual que antes.

Los movimientos suceden a partir de un desequilibrio que al intentar equilibrarse nos mueve.

Llegados a este punto cabe preguntarse

¿De qué huyo?

 

Pd. La vida nos pone retos que hay que superar, una forma de avanzar es huir de ellos. En ese caso la vida nos vuelve a poner los retos por delante en otro momento. La huida nos lleva a repetir el pasado en nuevos escenarios.

 

El bien y el mal son convenciones. Algo que nos hemos impuesto como límites en la vida.

 

¿Qué límite me he autoimpuesto en esta vida?

Huyo del reto que implica traspasar ese límite o he traspasado ese límite y huyó del castigo que me tengo que autoimponer por no haberlo cumplido o, peor, lo que me impide avanzar es el castigo que me he autoimpuesto por haber traspasado ese límite.

 

En todos los casos los límites son creaciones mentales, individuales o colectivas. Son irreales. La vida desde mi punto de vista es irreal, es fruto de mi percepción y de mi imaginación.

 

No hay miedos, no hay límites, no hay necesidad de esperanza.

 

Mientras mi conciencia no pase de nivel no podré ver lo que me limitaba, ahí está la paradoja de esta vida no puedes aumentar la conciencia sino superas el límite que todavía no ves.

Sólo cabe el salto al vacío, el salto de fe, moverse sólo por el hecho de moverse y vivir solamente porque estás vivo. Sin búsqueda, sin encuentro, sin necesidad, sin hábitos, sin límites, sin ... sin ti.

 

Otro día más. 

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