¿Qué te mueve a ti?

 

Ando estos días dejándome llevar por las mareas de la información. Voy flotando en la superficie siendo atraído por lo que resuena con alguna parte mi. 

Siempre me he situado en corrientes que hablan de una esencia común y un conjunto de experiencias vividas que se van adhiriendo a ella, modificando, alterando y transformando lo original y provocando la sensación de separación, una individualidad que empieza a tener vida propia, es lo que llamamos identidad. 

Yo soy fruto del camino recorrido desde el nacimiento a esta vida y lo vivido desde entonces hasta el momento actual, este momento. Como un pequeño barquito de papel voy moviéndome a tenor de los vientos experimentados. Veo en mi área de relación con los demás que parece ser importante el deseo como camino a seguir, como motivación para seguir vivo, porque sin deseo no hay un paso más, no hay avance. Sin deseo solo nos queda reciclar las experiencias vividas, algo así como remezclar los ingredientes que nos han conformado en lo que somos, a la espera de obtener una nueva receta que sea más acorde con la realidad con la que me relaciono. A veces sólo hay que encontrar una nueva visión de los recuerdos, o como me gusta decir a mí revistarlos, lo que viene siendo verlos desde otro lugar. Esto que parecería alejado de lo que entendemos como deseo, de alguna manera, también es un deseo. Si esto es así, desear no supondría siempre la aportación de algo nuevo a tu vida sino aportar una nueva visión. En general, entendemos el deseo como la aportación a tu vida de algo que no tenías, algo que te falta, pero viéndolo desde este punto lo que supone un simple cambio de perspectiva es realmente lo que te aporta algo a tu vida, porque puede incluso reescribirla. Si lo que deseamos es un objeto, ya sea material o no, supone que al conseguirlo disminuya nuestro ánimo, nuestra energía vital. Realmente lo que nos mantenía a flote es lo que implicaba ese deseo, lo que hacíamos para conseguirlo. Un nuevo revistazo a tu vida puede hacer cambiar la forma en que te relacionas con lo demás. Podría modificar los recuerdos y de ahí tu vida tal como estaba escrita, conformando una nueva receta por la que tus ingredientes dan como resultado un nuevo plato, una nueva vida. Si el deseo te lleva a cambiar tu vida se convierte en un motor de la misma y en generador de nuevas energías, mientras que la energía del deseo que solo pretende conseguir algo concreto que no tenías termina cuando lo consigues. 

Desear es bueno mientras te mantenga activo. Un deseo conseguido que no implique una nueva receta de ti te va a devolver al punto anterior. Aporta mientras buscas, el encuentro es efímero, como un orgasmo. Toda la búsqueda sexual de nuestra vida termina en unos escasos segundos. Siempre nos queda saber que puede haber más orgasmos, pero si el orgasmo era lo único que movía nuestro deseo, puede haber una profunda decepción, bien porque no era tal como habíamos previsto, bien porque ha durado muy poco. Importante va a ser el enfoque, donde fijamos la atención, en el deseo o en lo deseado.

La mente nos juega una mala pasada cuando imaginamos como será cuando obtengamos lo deseado porque al ver eso que deseamos como algo que nos falta nos dará como resultado la comparación entre lo que realmente obtenemos y lo que imaginábamos, de ahí la sorpresa y la decepción. Para anticiparnos al resultado convocamos también al elemento que puede llegar a convertirse en el más importante de nuestra vida, el miedo. Muchas veces el miedo es el verdadero motor de nuestra vida porque el deseo de no tener miedo pasa a ser el principal objetivo. El miedo es aquella sensación que anticipa la decepción y que no es más que imaginar ese resultado como posible y decirnos a nosotros mismos que no queremos ese resultado. De alguna manera estamos diciendo a nuestra mente que no queremos aquello que acaba de imaginar, ¿Estamos rechazando una parte de nosotros? Cuanto más rechazo tengamos a esa situación imaginada, más miedo sentiremos. O sea que el miedo no es algo real y encima implica un rechazo a nuestra imaginación. ¿Será algo así como una respuesta autoinmune? ¿Nos hacemos daño al sentir miedo? Parece ser que sí, hay una relación directa entre sentir miedo y la respuesta física de nuestro sistema inmunológico. De alguna manera al sentir miedo utilizamos parte de nuestra energía en el proceso y esto produce que otras partes de nuestro organismo no dispongan de la energía suficiente. No puedo aportaros evidencias científicas de esto, tampoco soy un experto, pero lo dejo ahí por si alguien lo ha investigado o quiere hacerlo. Estoy seguro de que hay estudios y estudios, pero veo cierta lógica en lo descrito antes que me lleva, al menos, a poder decir que no ando muy desencaminado. Ayer mismo escuche en la radio la posibilidad de programar la mente para no sentir dolor, y que esto se utiliza como forma de anestesia psicológica para operaciones quirúrgicas y partos evitando la utilización de anestesias químicas. Además, se afirmaba que un simple pensamiento positivo a cerca de una enfermedad aumenta la creación de leucocitos en sangre y que esto se podía medir. Esto lo comparto al 100% ya que no veo ninguna diferencia entre el miedo y un pensamiento positivo, los dos generan una respuesta automática en nuestro cuerpo y nos preparan para lo que vendrá. Eso sí los efectos en nuestro cuerpo son totalmente opuestos. Es el poder creador de la mente que genera algo con la sola anticipación.

Volviendo al miedo.

Si el miedo es algo propio al ser humano estoy seguro de que ha habido muchos que habrán estudiado el tema en su propio beneficio, se me pasa por la mente pensar en el marketing y en la política. En ambos las necesidades de los socios de las empresas y de los políticos están por delante de las necesidades de los individuos a los que se dirigen, ya sean clientes o votantes. Juegan con el miedo de las personas para no tener miedo ellos haciendo que parezca que coinciden los deseos de unos con los de los otros. Los deseos de los primeros se mantienen ocultos y solo aparecen los de los segundos haciendo que parezca que los de estos últimos son los verdaderamente importantes. Por ejemplo, al crear necesidades que no existían sobre sus productos o para crear fans o afiliados al partido político. Al final el miedo se siente como cualquier emoción, se somatiza, haciendo que se convierta en aquello que nos mantiene con vida. Los expertos en mover los hilos a su favor saben que los deseos pierden su intensidad con el tiempo, por lo que han de seguir reforzándolos con nuevos argumentos para que el miedo siga vivo. El miedo al final se transforma en valor y coraje para actuar como si de una abducción extraterrestre se tratara en la necesidad de conseguir un objetivo común. Lo que yo deseo ha pasado a formar parte de un objetivo mayor y me siento justificado por lo que van a decir o hacer otros siempre que vaya hacia la obtención del deseo común. Un deseo que no va a aportarnos ni una infinitésima parte de lo deseábamos inicialmente, pero que nos va a alegrar igual que un orgasmo porque nos sentiremos integrantes de algo nuevo y que creemos bueno para nosotros. Al final no son más que energías que se mueven a nuestro alrededor y que nos moverán a su antojo desde el momento que nos acercamos a ellas.

Un antílope huye de un león cuando esté lo persigue, cuando el león ya ha cazado uno de los antílopes, el resto deja de huir. El miedo se reduce al hecho de que un león ataque, si no lo hace el antílope deja de tener miedo. Asumimos que el antílope tiene miedo y por eso huye, es decir le atribuimos una cualidad humana que, tal vez, no tenga este animal. Para el ser humano el miedo es constante, está presente en todos los momentos y ámbitos de la vida. Si pudiéramos almacenar toda la energía del miedo, tal vez no sería necesaria la sobreexplotación de recursos del planeta. Me acuerdo de la película Mostruos, S.A. en la que los monstruos almacenaban la energía de los sustos que daban a los niños. Es bastante cruel. La película es ficción y, además, para niños. En ella los monstruos son los buenos a pesar del mal rato que les hacen pasar a los niños, paradójico, ¿no? O, es una forma más de guiar a las nuevas generaciones. 

Ahí lo dejo.

Si la energía que utilizamos para mantener los miedos la utilizáramos en mantener la salud, posiblemente no serían necesarios ni los médicos, ni los hospitales.     

No estamos libres de las energías que mueven los miedos, pero lo que sí veo hoy en tiempos de pandemia es que parece que hay un interés en mantener vivo ese miedo, tanto por los que nos dicen que la sanidad se colapsará y morirán muchas personas si no nos vacunamos, como el miedo de que las vacunas no funcionan y también matan. Nos mantienen en un remolino donde no paramos de dar vueltas. El miedo original que nos mueve a todos, sin excepción, es el ansia de poder y de dinero que tienen algunos en la sombra, como vía para conseguir una inmortalidad que luche con el único deseo real que se cumple siempre, la muerte física, sin darnos cuenta de que el físico solo es una parte de nosotros.

Cuánto nos queda por conocer de nosotros mismos y qué fácil es manipularnos para asumir como nuestro el deseo de otros. 

No podemos entender el juego del ajedrez si solo nos vemos como peones.

Soy un peón más cuando observo los movimientos y me dejo llevar. Puedo dejarme llevar por las corrientes o sentarme en la orilla y ver el rio. Sin deseo no habría miedo y sin miedo solo podríamos observar cómo se mueven los que tienen miedo. La emoción va con el miedo. Sin emoción no tendríamos la sensación de vivir. El deseo es fruto de la separación y sin separación no habría conocimiento.

 

La vida es el deseo de Dios

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuerpo vs Mente

Notas del ser (75) Encaje

Cartas a mí mismo 8