Prefiero amar a tener razón

Como título de esta entrada utilizo una frase de Luis Jimenez (Escuela Andalusí), "Prefiero amar a tener razón", que ha sido durante mucho tiempo una "razón de ser" para mí. Las últimas experiencias vividas me han hecho darme cuenta que solo era eso una razón más, algo que justificaba mis decisiones pero que que realmente no aceptaba. He decidido hacer y aceptar lo que dice Luis, amar por encima de tener la razón. No es fácil, me sigue costando aceptar eso de no tener razón.

En todo hay que priorizar y lo siento por los que siguen prefiriendo tener la razón, pero me bajo de ese tren para iniciar el camino caminando con mis propios pies, amando todo lo que me rodea y eso te incluye a ti que me lees y a ti que me escribes. Ahora de manera consciente elijo amar por encima de todo, amar como única opción. Entender la vida como algo separado me hacía ver la necesidad de tener la razón como forma de justificación y de reconocimiento de mi mismo. Tener la razón necesita mantener su tenencia en todo momento ya que dejar de tenerla implicaría dejar de ser eso que era gracias a la razón. Tener la razón justificaba mi existencia. Esa necesidad solo era una imagen de mí, una interpretación mental que como una armadura oxidada ha ido deshaciéndose hasta mostrar ese que estaba debajo y que clamaba por salir para que le dejasen vivir. Tener la razón, o mejor, querer que los demás te digan que la tienes es como vivir una vida paralela irreal separada del mundo, de las personas, de la naturaleza, de mí.

Como un niño que aprende a caminar por primera vez al que le da igual caer, su única intención es caminar, conocer lo que le rodea, y si tiene que llorar pues llora. Un niño, aunque a mi me gusta más saber que es una niña, porque así me lo hizo saber en los montes de Málaga. Una niña que no le importa mostrarse tal como es y un hombre que abre su corazón para que ella se exprese, aunque sabe que le dolerá, pero bendito sea ese dolor que le permite nacer otra vez a esta maravillosa existencia de la vida.

Igual que una mariposa que sale de su crisálida transformando la oruga que la creó en lo que es realmente y aprender a volar. En mi caso, en el caso de este ser humano no hay transformación, la niña creó su crisálida con la ayuda del ego y pasó a identificarse con la nueva forma. Igual que una crisálida no podía moverme pero el ego creía que si podía porque empezó a percibir la vida desde esa nueva forma, olvidando cada vez más a la niña que había en su interior. Me olvidé de ti.

Este es el juego de la vida, entrar en una crisálida para un día salir otra vez y recordar lo que es realmente, un niñ@ con ganas de jugar y vivir la vida. Este es el aprendizaje que hay que hacer, deshacerse de todo lo que no es nuestro. La crisálida son razones acumuladas que ya no sirven y que hay que soltar.

Cada ser humano lo vive de una manera diferente, su crisálida es diferente a la de los demás. A mi me tocó una basada en el orgullo, a ti, no lo sé, pero, como dice Luis Jimenez, prefiero amar a tener razón. El niñ@ solo entiende de amor y de amar porque eso es la vida. Quiero deshacerme de la crisálida y volar. Amar.

Nos metemos solos en la crisálida y salimos solos de ella, no podemos ayudar a nadie en el proceso de la salida pero podemos acompañar a los niñ@s que empiezan a formar su crisálida a que sea más flexible, más transparente y más amorosa para que cuando así lo decidan pueda salir más fácilmente sin sufrimiento.


Te espero fuera.

Jo A Quín  





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