Esta vida es demasiado normal



Admitimos como normal la lucha, la competencia, el esfuerzo y el sufrimiento. Vivimos el día a día con eso grabado a fuego, con el agravante de que lo vemos como necesario para ser felices. Es tan normal para nosotros que vemos como una amenaza todo lo que no sea eso. Lo tenemos tan integrado que nos dirige desde el inconsciente actuando como un ser autónomo que manda en nuestra vida. Tan y tan integrado que todo lo que vemos fuera lo conseguiremos como premio a ese esfuerzo y ese sufrimiento para ser feliz. Pero tan integrado que ya forma parte de nuestra identidad, somos lo que somos gracias a ese esfuerzo y sufrimiento. Si puedes pararte un segundo puedes ver como actúa en cada una de tus decisiones.
Al mismo tiempo somos incapaces de ver el esfuerzo que debemos hacer para mantener esa idea vigente en nuestra vida. Eso nos quita energía para otras cosas, por lo que vemos lógico, ya que se justifica con ello, que no hacemos lo suficiente y necesitamos esforzarnos más para conseguir lo que queremos. Queremos al sustituto de la felicidad, queremos conseguir algo con esfuerzo porque al tenerlo seremos felices. La sensación de logro conseguido suele durar muy poco, necesitamos algo más para volver a ser felices, que conseguiremos, por supuesto, con más esfuerzo y sufrimiento. Este bucle agota nuestra energía y nos impide salir de él.
Esa idea la tenemos tan escondida que si sentimos que hemos conseguido algo sin esfuerzo vamos a generar una deuda, aunque no sepamos el que o con quien. Una deuda por el esfuerzo que “sabemos” que es necesario para conseguir ese algo. Esa deuda puede llegar así generada desde vidas anteriores, algunos lo llaman Karma. Llevamos siglos generando deudas, ya sean físicas o no.
Vivimos la vida endeudados. Las religiones nos dirán que es con Dios, Alá, Jehová, Buda, … porque nos dio la vida. La sociedad nos dirá que debemos estudiar, trabajar, tener hijos, como una especie de pago por haber nacido en un lugar o tiempo determinado. La familia, amigos, grupos, …
Lo último es sentirnos endeudados con nosotros mismos porque no estemos haciendo lo que hemos venido a hacer en esta vida.

¿Venimos realmente con un contrato firmado por el que debo hacer o no hacer algo en esta vida?

Tengo que ser yo mismo o no seré yo. La verdad tiene sentido vivir la vida endeudado.

No sé, no tengo la respuesta, pero lo que sí sé es que nos sentimos en deuda siempre, con nosotros y con los demás. Aunque no sea real.

Al vernos separados vemos solo una parte, lo que damos o lo que recibimos, si damos generamos deuda en el otro, si recibimos nos sentimos en deuda con el otro. Si no vemos la separación el dar y el recibir es con nosotros mismos, es instantáneo, no hay deuda.  No nos quedamos solo con el sentirnos separados necesitamos estar preparados para ello, eso lo conseguimos anticipando la deuda con la necesidad del esfuerzo, de la lucha, del sufrimiento y de la competencia, alimentamos la idea de separación. Para rizar el rizo para estar aún preparados admitiremos el miedo como necesario.
¿Tiene sentido que decidamos venir a esta vida separándonos de todo para aislarnos hasta el punto de no recordar nada y sentir esa deuda?

Quiero pensar que mientras sienta esa deuda habrá una atracción por deshacer ese aislamiento y volver a la unidad.

Quiero pensar que el reto es sentirlo en esta vida

Igual no tiene ningún sentido, pero todo lo que veo, leo y escribo me acerca más a esa unidad, me siento como el hijo pródigo que vuelve a casa, también me siento como el otro hijo que se quedó en casa, como el padre que lo recibe, como …

Cuando sienta la deuda sabré que me veo separado de lo que sucede, cuando no la sienta seré uno con lo demás, … no sé

Cuando no hay separación podemos sentir la felicidad. La sentimos tan efímera porque rápidamente nos volvemos a sentir separados.

La separación conlleva la deuda, la necesidad del esfuerzo y sufrimiento y la infelicidad.

La unidad es el equilibrio y la desaparición de la deuda.  

La felicidad real solo es posible verla desde la unidad.

Tenemos una idea de felicidad integrada en nosotros que dista mucho de la felicidad real.  Entendemos que la felicidad es la satisfacción por el logro conseguido que se obtiene con el esfuerzo y sufrimiento y que, además, es individual y diferente para cada uno. Esta idea no puede mantenerse en el tiempo porque generaría deuda que deberemos nutrir con más esfuerzo y sufrimiento. Esta idea la llevamos a todos los ámbitos de la vida en los que nos vemos como un individuo separado de todo lo demás. 

Conclusión, somos felices a ratos, y esto es demasiado normal

La normalidad es la excusa que utilizamos para justificar nuestra vida como algo separado de nosotros. 



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