Tintagel

Hola viajeros y viajeras.
Sigo con algunos detalles de mi estancia en tierras inglesas. Desde Glastonbury nos desplazamos hacia el condado de Cornualles (Cornwall) para visitar Tintagel. Allí se encuentran los restos del castillo de Arturo y la cueva de cristal de Merlín. Amaneció el día lluvioso pero cuando llegamos a la costa apareció el sol. Desde el pueblo de Tintagel bajamos a la playa siguiendo un pequeño arroyo que termina en forma de cascada directamente sobre el mar. Antes de bajar preguntamos por la marea porque en el Atlántico las mareas no son como en el Mediterráneo y hay diferencias de varios metros y esto podía impedir la visita a la cueva que está en la misma playa. Tuvimos suerte y el océano nos permitió la visita. Es un lugar turístico y estaba lleno de gente pero esto no fue ningún problema.
En la playa vimos varias cuevas. Visitamos las de la derecha, tal como bajamos a la playa pasando junto a la cascada, eran tres cavidades siendo la tercera la única con entrada y salida, las paredes tenían un alto contenido de hierro que brillaba al contacto del agua y la luz dando un color rojizo como de sangre y aspecto cristalino, me llevé un pequeño trozo de una de sus paredes. De esta primera cueva fuimos a la que está justamente al otro lado de la playa debajo del castillo. Es una cavidad mucho más grande con entrada desde la playa y salida al otro lado de la pequeña península que forma el acantilado del castillo. La cueva que también presentaba materiales de hierro tenía también otros materiales que en contacto con el agua brillaban como cristal y vetas de otros minerales que después encontramos ya pulidos en las tiendas y que llaman Merlinita. La cueva creaba un túnel de viento lo que provocaba sensaciones incluso de ingravidez. No llegué a salir al otro lado y me quedé unos minutos observando lo que la madre naturaleza había creado y que muy probablemente fue utilizado por Merlín como lugar de meditación. Me imaginé entrando en la cueva junto a Merlín y Arturo. Tuve unas sensaciones que no he tenido en otros lugares en este viaje, tal vez, lo que más se acerca es cuando estas en una montaña rusa en la que das varias vueltas de 360º y con fuertes pendientes. Pero, eso si, me encontraba muy a gusto, quizás recordando otros momentos en los que estuve también allí.
Salimos de la gran cueva, la marea impedía ya acceder a la primera cueva desde la playa. Estuvimos en la playa unos minutos, alguien aprovecho para meditar, otros para bañarse, yo, simplemente observaba el lugar.
Finalmente subimos por una pasarela y unas pequeñas escaleras pegadas a las rocas hasta el castillo. La zona del castillo se une al reso de la costa por un pequeño trozo de tierra. Yo creo que antiguamente esta unión era a través un puente de piedra natural y que cuando la marea subía el castillo pasaba a estar en una isla con la única unión de este puente. Con el tiempo este puente cedió y esto hizo una pared que impedía a la marea dejar al castillo en una isla. una pasarela de madera hace ahora la función de puente. Arriba sólo era necesaria la muralla en la zona de la pasarela porque los acantilados hacían esta función en los demás lados. Al castillo también se accedía directamente desde el mar. Los barcos fondeaban al lado mismo del acantilado y podían así acceder al castillo sin necesidad de ir la playa. Las olas ese día eran bastante grandes al menos para los que estamos acostumbrados al Mediterráneo y el viento era muy fuerte pero esto no desentonaba con el lugar. Vimos un par de focas o leones marinos muy cerca de la playa. Desde arriba el contorno de la playa y los acantilados de enfrente tenían la forma de una tortuga en la que la cabeza y la pata izquierda se adentraban en el océano. Un lugar precioso y una experiencia inolvidable. Por la tarde cenamos y emprendimos el viaje de regreso a Glastonbury donde llegamos cerca de tres horas después. En próximos días incluiré un álbum de fotos.
Abrazos de AMOR.

Ximo

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